Arte Islámico

Los dominios geográficos de este arte se extens dieron por una gran parte de Asia, por África y por la península ibérica. Cronológicamente, el arte islámico abarca desde el siglo VII hasta la actualidad. No obstante, en el ámbito de la península ibérica comprende la época de dominio musulmán entre el año 755, año en el que el Emirato de Córdoba se independiza, y el 1492.

Origen y evolución

El arte islámico, como el bizantino, tiene un origen religioso. La diferencia radica solamente en que el bizantino utilizó un lenguaje simbólico figurativo-antropomórfico, mientras que en el islámico predominó la temática anicónica (de carácter abstracto y geométrico), poniendo de relieve, con su multiplicidad y repetición, una oculta armonía.

En el año 622, año de la hégira, cuando Mahoma llegó a Medina, empieza la historia del mundo islámico. Posteriormente, los árabes arrebataron Egipto y Siria al Imperio bizantino, y Persia e Iraq al Imperio sasánida, y todas las manifestaciones artísticas de aquellas regiones históricas conquistadas sirvieron de base al arte islámico.

Arquitectura: la creación de la mezquita

Desde aquel año 622, cuando Mahoma y sus discípulos construyeron en Medina un edificio primitivo como oratorio, la arquitectura islámica experimentó una notable evolución, entretejiendo las enseñanzas y experiencias de las tradiciones bizantina y sasánida. Sus logros fueron impresionantes y majestuosos: mezquitas, palacios, castillos y ciudades enteras.

Cuando el Islam aumentó las tierras ocupadas, los califas, por razones administrativas, trasladaron su capital desde La Meca a Damasco. Este cambio fue decisivo para la arquitectura, porque la distanció de las construcciones religiosas para despertar un interés mayor por las obras civiles. Así, se fundaron las ciudades de Basora y Kufa (641642), esta última con la mezquita Amr, la más antigua de la arquitectura islámica.

Durante el período omeya se erigió en Jerusalén uno de los más célebres edificios religiosos, la ejemplar mezquita de Omar (691 también llamada la Cúpula de la Roca, en la que se adoptaban las soluciones que habían aportado los bizantinos para los problemas de sustentación de las cúpulas.

Otras construcciones importantes fueron la gran mezquita de Damasco y la de Al-Aqsa de Jerusalén.

Al mismo tiempo, se construyeron en Siria y Palestina palacios para los soberanos y notables árabes, con sus altas murallas y torres redondas que se convirtieron en núcleos de futuras ciudades.

A mediados del siglo VIII, durante el período abasí, los constructores iraquíes introdujeron una de las más impresionantes singularidades de la arquitectura islámica, el iwan, sala cuadrada con su fachada completamente abierta al exterior. Se fundó entonces la ciudad circular de Bagdad (762), con el palacio de los califas y la mezquita en su centro.

Sin embargo, un siglo más tarde, en el año 836, esta magnífica ciudad fue abandonada, porque el centro del poder se trasladó a Samarra, ciudad célebre por sus minaretes cilíndricos.

El estilo y la técnica iraquí se propagaron por tierras de Túnez y Egipto a través de la construcción del ribat.

En la época de la dinastía selyuquí, este tipo de construcción, mitad monasterio mitad casti110, proliferó también por Afganistán y llegó hasta Anatolia, en donde surgió otro tipo de edificio, la madrasa, sede de la escuela religiosa.

Así, se erigieron espléndidas mezquitas en Ispahán y en Siria, con minaretes poligonales y muros exteriores recubiertos de bellos azulejos con decoraciones geométricas.

Los selyuquíes del Rum levantaron construcciones de piedra de líneas y formas sobrias. En el siglo XVI, el Imperio Otomano se inspiró e imitó el estilo arquitectónico bizantino, compitiendo con él en la realización de grandes monumentos (mezquita de Suleymaniye en Estambul)

Por otro lado, los monumentos de los Mongoles adornaban Azerbaiján e Isfahán con notable influencia persa e hindú (mezquita en Agra, el insuperable Taj Majal y Lahore).

En las tierras de la India, la arquitectura islámica y el arte en general se ramificó y perdió su rostro auténtico al diluirse dentro de múltiples tradiciones locales.

En la península ibérica el arte hispano-musulmán ha dejado en arquitectura célebres edificaciones. De la época omeya y califal (s. VIII- X) se tiene la mezquita de Córdoba. La época almohade (s. XII) está representada por la torre de la Giralda de Sevilla y la torre del Or. De la época nazarí (s. XIII- XV) la obra más destacada es la Alhambra de Granada.

El arte profano en la decoración pictórica

Las manifestaciones pictóricas del Islam debieron mucho a las experiencias bizantina y sasánida. Los artesanos de los países conquistados ofrecían sus dotes y su sabiduría artística para que la nueva religión islámica manifestara su presencia visible en el mundo real.

A partir del siglo VIII, artistas bizantinos decoraron el interior de la Cúpula de la Roca de Jerusalén y de la gran mezquita de Damasco con un sentido excepcional de la belleza y del equilibrio. Multitud de construcciones, árboles de espeso follaje, cortinas y adornos de una riqueza impresionante, mostraban una consciencia artística muy madura.

Pero las obras pictóricas más significativas del período de los Omeyas son aquellas que vencieron el espíritu antifigurativo oriental.

Ejemplos como los frescos helenísticos y sasánidas del palacio Qasr al-Hair con figuras humanas, o el pequeño palacio Qusayr Amra (724-743), con hombres y mujeres desnudos, de características también helenizantes, hacen suponer que la regla antifigurativa de la pintura islámica quedó reservada solamente a los lugares religiosos y no afectó a los civiles. En el palacio de Samarra se han encontrado algunos frescos (833-841) pertenecientes al período de los Abasíes, en los que aparecen unas bailarinas de estilo sasánida. Hasta el siglo X, los testimonios pictóricos del Islam se centraron en la cerámica: los platos, vasos y otros objetos útiles, pintados con adornos armoniosos y figuras humanas de tipo más bien oriental. En este mismo período triunfaron dos de los logros más importantes del arte islámico: los relieves en yeso o en estuco, y los mosaicos en pavimentos y paredes. Con esta técnica se decoraron el mausoleo de Ismael en Bujará (907) y la mezquita Masjid-i -Shah en Ispahán (1088).


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