Arte Paleocristiano

Con el advenimiento del cristianismo se produce en la historia de Roma una profunda transformación que preludia el comienzo de la Edad Media. Desde los primeros tiempos, los seguidores de Jesús de Nazaret, en el siglo l, y las primitivas iglesias cristianas, se organizaron en comunidades en las principales ciudades del Imperio.

Hasta principios del siglo IV, la religión cristiana estaba en conflicto con la del Estado romano, al negarse sus seguidores a rendir culto a los dioses olímpicos y al emperador. Por este motivo, los cristianos de los primeros siglos formaron una iglesia clandestina, sobre todo a partir de los edictos de persecución, que cobraron especial virulencia durante la tetrarquía y, en particular, durante el principado de Diocleciano (284-305).

Constantino (306-337) firmó en el año 313 el edicto de Tolerancia, o edicto de Milán, que le consagró como protector del cristianismo.

Con la dinastía constantiniana se inicia un período fundamental en el desarrollo y expansión de esta religión, conocido como «Paz de la Iglesia». Pero lo que realmente determinó la decisiva expansión del cristianismo en el mundo romano fueron los decretos del emperador Teodosio (379-395), por los que el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Estado romano (380).

A partir de ese momento puede hablarse del Imperio romano cristiano, impulsor de las expresiones artísticas cristianas con un peculiar distintivo de romanidad. Un ejemplo son las catacumbas, mezcla de estilos cristiano y romano de sepulcros.

Las formas arquitectónicas paleocristianas. Tanto las fórmulas arquitectónicas como la disposición de los espacios litúrgicos, perduraron largo tiempo a pesar de la desaparición del Imperio romano. Rávena se convirtió en capital del Imperio romano de Occidente en tiempos de Honorio; posteriormente, fue la capital del reinado ostrogodo de Teodorico, para convertirse, finalmente, en el siglo VI, en centro del exarcado bizantino del emperador Justiniano.

Todo esto explica el gran número de monumentos importantes que allí se conservan.

Entre sus edificios paleocristianos de planta central, destaca el mausoleo de Gala Placidia (402-425), construido al final del nártex de la iglesia de Santa Cruz, con el fin de albergar los sarcófagos del emperador Honorio, de Gala Placidia y de su esposo.

La sencillez exterior del monumento contrasta con la riqueza decorativa de su interior a base de bellos mosaicos parietales de fondo azul oscuro.

La planta centralizada se mantiene en el baptisterio de los Ortodoxos del primer cuarto del siglo V, copiado, a fines de dicho siglo, en otro edificio de esas características conocido como baptisterio de los Arrianos.

Ambos conjuntos tienen una impresionante decoración de mosaicos, realizada en torno al año 450, que continúa la tradición iniciada en el mausoleo de Gala Placidia.

En Hispania y en el norte de África hay iglesias que presentan ábsides contrapuestos, como la iglesia de Casa Herrera (Badajoz, España) o la de Bellator (Sbertla, Tunicia). En estas mismas zonas geográficas existen iglesias con cabecera tripartita y un contracoro, como la iglesia de Candidus (HaTdra, Tunicia) o la de El Bovalar (Serós, España).

En Siria y Palestina se construyeron iglesias con cabecera tripartita.

La escultura paleocristiana

La mayor parte de la escultura paleocristiana tiene un carácter funerario y se desarrolla a través de los sarcófagos. Un relieve central y otros dos en los extremos, separados por acanaladuras onduladas o estrígilos, fue el esquema adoptado por los escultores.

En ocasiones, mantuvieron ciertos temas paganos que cristianizaron, como la representación de las estaciones o los vientos. O también otros temas de la antigua iconografía funeraria romana, como las escenas de caza o bucólicas, que

simbolizaban la caza de almas por Cristo y el Buen Paston La representación del difunto en un medallón fue también común.

Principales sarcófagos

Los temas más habituales en estos sarcófagos son la orante y el buen pastor, así como escenas bucólicas.

Los sarcófagos elaborados en Roma en los primeros años que siguieron a la Paz de la Iglesia o época protoconstantiniana (311-320), se caracterizan por presentar una decoración muy prolija.

Cristo está representado imberbe, joven, con el cabello rizado hasta la nuca, las orejas descubiertas y la pupila del ojo sin horadar a trépano; lleva sandalias y vara taumaturga. Corresponde al «Cristo heroico» de la clasificación de Gerke.

Los temas reproducidos son escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento como Noé, los tres hebreos en el horno, el bautismo de Jesús, la multiplicación de los panes y los peces, las bodas de Caná, la curación del ciego, la hemorroísa y las primeras escenas de Pedro. Magnífico ejemplo de esta época es el conjunto de sarcófagos empotrados en los muros de la iglesia de San Félix de Girona.

La pintura cristiana de las catacumbas. Las catacumbas son cementerios subterráneos situados alrededor de las ciudades. Las más conocidas son las de Roma, aunque también las hay en el norte de África y en Nápoles. En estos vastos cementerios existían zonas para el enterramiento de los cristianos, porque, contrariamente a las consideraciones tradicionales, no eran de uso exclusivo de los cristianos. Sin duda, uno de los aspectos que han consagrado el estudio de las catacumbas en la historia del arte, es su decoración pictórica, que marcó el inicio de la iconografía cristiana. En los diversos cubículos y galerías de las catacumbas se localizan algunas de las más antiguas pinturas del arte paleocristiano, consideradas anteriores a la Paz de la Iglesia. Los ejemplos más antiguos de pintura cristiana se conservan en las catacumbas romanas de Domitila y Priscila, pertenecientes al siglo ll.


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